Trabajando Horas Extras sin Paga

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Las calles yacen vacías y frías. El silencio era opresivo y solo fue interrumpido por su ritmo.
Un desagradable trabajador de cuello blanco estaba huyendo del depredador invisible. Sus pasos tropezaban de vez en cuando a medida que la ansiedad le perforaba la nuca cada vez que miraba por encima de sus hombros. No podía verlo, pero sabía que estaba allí. Este pensamiento lo hizo aún más temeroso de la cosa que lo perseguía.

El sudor de su frente estaba helada; Sus labios temblaron, el aliento escapo mientras el pánico escalofriante seguía perforando su espina dorsal. El sonido de sus propios pasos haciendo eco en el fondo solo asentaba su ansiedad. Ese sentimiento comenzó a disiparse cuando finalmente llegó a su puerta.

Su apartamento, tan jodido y estrecho como era, se sentía como una fortaleza inexpugnable en ese momento. La casa estaba en silencio. Fue esa sensación reconfortante de tranquilidad, no esas cuatro paredes, lo que trajo descanso y seguridad a sus sentimientos. Por ahora, estaba a salvo de tener que lidiar con él. Su petición comenzó muy simple, incluso profesional. Luego, lentamente, estas solicitudes se hicieron más comprometedoras. Pidió todo tipo de información que no tenía, y al mismo tiempo le llamó a él y su círculo cercano de familiares y amigos. Gente que nunca le dijo y gente que no debería haber conocido. La manera en que hablaba era aún peor; lo trató todo como nada más que una conversación casual.

Él creía que se estaba volviendo loco. Cuando se acercó a sus colegas, respondieron con gestos desdeñosos. Incluso HR llegó a negar su existencia. Consideró en algún momento, buscar ayuda psiquiátrica. Tal vez él estaba viendo cosas. Tal vez él era esquizo. No estaba seguro. Todo lo que sabía era que estos delirios se quedaron dentro de su cubículo y no lo acompañaron a casa. Cuando esta multitud de preguntas comenzaron a saquearle la mente, oyó un golpe en la puerta. Su sangre corrió fría.

Estaba paralizado, inmóvil y congelado en su lugar por puro pánico y miedo. Él no podía moverse. Desde la grieta debajo de la puerta, solo podía ver la sombra de sus pesadillas.

"Oye, soy yo otra vez de la Gerencia Intermedia. Me preguntaba si obtuviste el papel que te pedí."

Entonces, la sombra se quedó en silencio. Ya no podía oír la voz, ni los golpes o el crujido de la madera. Solo se oía el sonido de su respiración entrecortada y la sensación de su incómodo latido. La figura abrió la puerta, sus manos, contorsionadas, su cara, redonda pero siempre cambiante e irreconocible. Luego, volvió a hablar.

"Te prometo que solo necesito una o dos cortesías más y eso debería ser todo."

Lo curioso es que ha estado diciendo eso durante las últimas dos semanas.

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